La tipografía del inconsciente. El Otro en el Otro. La psicosis entre código y mensaje. Triangulo simbólico y triangulo imaginario.
La forclusión del Nombre del Padre.
Han de percibir ustedes una especie de constancia en lo que les enseño. Esta constancia es que considero fundamental, para comprender lo que hay en Freud, advertir la importancia del lenguaje y de la palabra. Esto ya lo dijimos de entrada, pero cuanto más nos acercamos a nuestro objeto, mas nos percatamos de la importancia del significante en la economía del deseo, digamos en la formación y en la información del significado.
Bateson y el doblevinculo.
El Sr. Bateson, antropólogo y etnógrafo… trata de situar y de formular el principio de la génesis del trastorno psicótico en algo que se establece en la relación entre la madre y el niño, y que no es simplemente un efecto elemental de frustración, de tensión, de retención y de distensión, de satisfacción, como si la relación interhumana se produjera en el extremo de una goma elástica.
Bateson introduce desde el principio la noción de la comunicación en cuanto centrada, no simplemente en un contacto. una relación, un entorno, sino en una significación.
He aquí qué pone en el principio de lo que se ha producido originariamente como discordante, desgarrador, en las relaciones del niño con la madre. Lo que designa como elemento discordante de esta relación es el hecho de que la comunicación se haya presentado en forma de double bind, de doble vinculo.
En el mensaje en que el niño ha descifrado el comportamiento de su madre hay dos elementos. Éstos no están definidos el uno con respecto al otro, en el sentido en que uno se presente como la defensa del sujeto con respecto a lo que quiere decir el otro, …
Se trata de algo que concierne al Otro, y el sujeto lo recibe de tal forma que, si responde en un punto, sabe que, por este mismo motivo, se encontrará acorralado en el otro punto. Por ejemplo, si respondo a la declaración de amor de mi madre, provoco su retirada, y si no la escucho, es decir si no le respondo, la pierdo.
Estarnos. pues, metidos en una verdadera dialéctica del doble sentido, porque éste implica ya un elemento tercero. No son dos sentidos uno detrás de otro. con un sentido que esté más allá del primero y tenga el privilegio de ser el más auténtico de los dos,
Hay dos mensajes simultáneos en la misma emisión, por decirlo así, de significación, lo cual crea en el sujeto una posición tal que se encuentra en un callejón sin salida.
Hasta ahora, cuando ustedes leen a Bateson. ven que en suma todo está centrado en el doble mensaje, sin duda, pero en el doble mensaje como doble significación. De esto precisamente peca el sistema. Porque esta concepción ignora lo que el significante tiene de constituyente en la significación.
La falta de la palabra verdadera [Dra. Gisela Pankow]
[Por otra parte] la Sra. Gisela Pankow afirma sobre la psicosis, que está se reduce más o menos a lo siguiente —Falta, decía ella, la palabra que fundaría la palabra en cuanto acto. De entre las palabras, ha de haber una que funde la palabra en cuanto acto en el sujeto. Esto está claramente en la misma vía de lo que ahora estoy abordando.
Al subrayar el hecho de que en alguna parte en la palabra ha de haber algo que funde la palabra como verdadera; la Sra. Pankow manifiesta una exigencia de estabilización de todo el sistema.
Con este fin. ella ha recurrido a la perspectiva de la personalidad, lo cual al menos tiene el mérito de ser un testimonio de la insuficiencja de un sistema que nos deja en la incertidumbre y no nos permite una deducción ni una construcción suficientes.
Déficit de significaciones.
No creo de ningún modo que sea sí como pueda formularse. Esta referencia personalista, sólo la creo psicológicamente fundada en el sentido siguiente: que no podemos dejar de tener la sensación y el presentimiento de que las significaciones crean ese callejón sin salida que supuestamente el desconcierto profundo del sujeto cuando es un esquizofrénico.
La Falta del significante en las psicosis.
Pero tampoco podemos dejar de tener la sensación y el presentimiento de que debe de haber algo en el origen de este déficit, y no tan sólo la experiencia impresa de los callejones sin salida de las significaciones, sino la falta de algo que funda la propia significación y que es el significante – y algo más, lo que voy a abordar hoy, precisamente.
No se trata de algo que se plantee simplemente como personalidad, lo que funda la palabra como acto, es algo que se plantea como dando autoridad a la ley.
Nosotros aquí llamamos ley a lo que se articula propiamente en el nivel del significante, es decir, el texto de la ley.
No es lo mismo decir que ha de haber ahí una persona para sostener la autenticidad de la palabra, que decir que algo autoriza el texto de la ley.
Así es, a lo que autoriza el texto de la ley le basta con estar, por su parte, en el nivel del significante. Es lo que yo llamo el Nombre del Padre, es decir el padre simbólico.
Es un término que subiste en el nivel del significante, que, en el Otro, mientras sede de la ley, representa al Otro. Es el significante que apoya a la ley, que promulga la ley. Es el Otro en el Otro.
Esto mismo expresa. Precisamente, aquel mito necesario para el pensamiento de Freud que es el mito de Edipo. Obsérvenlo con más atención.
Si es necesario que él mismo proporcione el origen de la ley bajo esta forma mítica, si hay algo que hace que la ley esté fundada en el padre, es necesario el asesinato del padre. Las dos cosas están estrechamente vinculadas – el padre como quien promulga la ley es el padre muerto, es decir, el símbolo del padre. El padre muerto es el Nombre del Padre, que se construye a partir del contenido.
Eso es del todo esencial. Voy a recordarles por que
¿En torno a qué centré todo lo que les enseñé hace dos años sobre la psicosis?
En torno a lo que llamé el rechazo [la Verwerfung]. Traté a hacérsela percibir como distinta de la represión [Verdrangung], es decir, distinta del hecho de que la cadena significante siga desplegándose y ordenándose en el Otro, lo sepas tú o no lo sepas, y ése es esencialmente el descubrimiento freudiano.
El rechazo [la Verwerfung] les dije, no es simplemente lo que está más allá de nuestro acceso, es decir está en el Otro como reprimido mientras significante. Esto es desplazamiento [la Verdrangung] y es la cadena significante. Lo demuestra que continúe actuando sin que tú le des la menor significación, que determine la más mínima significación sin que tú la conozcas como cadena significante.
[En la psicosis] esta lo descartado [la Verworfen]. Puede haber en la cadena de los significantes un significante o una letra que falte, que siempre falte en la tipografía.
El espacio del significante, el espacio del inconsciente, es en efecto un espacio tipográfico, que es preciso tratar de definir como constituido de acuerdo con líneas y pequeñas casillas, y según leyes topológicas. En una cadena de los significantes, algo puede faltar.
Han de comprender ustedes la importancia de la falta de este significante particular del que acabo de hablarles, el Nombre del Padre, dado que funda el hecho mismo de que haya ley, es decir, articulación en un cierto orden del significante – complejo de Edipo, o la ley del Edipo, o ley de prohibición de la madre. Es el significante que significa que en el interior de este significante, el significante existe.
Es esto, el Nombre del Padre. Como ustedes ven, es, en el interior del Otro, un significante esencial, alrededor del cual traté de centrarles lo que ocurre en la psicosis. A saber, que el sujeto ha de suplir la falta de este significante que es el Nombre del Padre. Todo lo que llamé la reacción en cadena, o la desbandada, que se produce en la psicosis, se ordena en torno a esto.
¿Qué he de hacer ahora?
He de mostrarles primero, de forma todavía más precisa, en detalle, cómo articular lo que acabo de indicarles en el esquema de este año.
Fue construido, … para presentarles lo que ocurre en un nivel que merece el nombre de técnico, la técnica del chiste.
El chiste, a veces, no es sino el reverso de un lapsus, y la experiencia muestra que muchos chistes nacen de esta forma —a posteriori uno se da cuenta de que ha sido agudo, pero la agudeza ya se ha ido ella sola.
En el chiste, con la satisfacción que de él resulta y que es particular, … se trata de encontrar cómo concebir el origen de la satisfacción especial que proporciona. Esto nos hace remontarnos nada menos que a la dialéctica de la demanda a partir del ego.
Dialéctica de la demanda.
— El esquema del momento simbólico ideal primordial.
Recuerden de lo que podría llamar el esquema del momento simbólico ideal primordial, que es del todo inexistente.
—El momento de la demanda satisfecha está representado por la simultaneidad de la intención, que va a manifestarse como mensaje, y la llegada del propio mensaje al Otro. El significante —de él se trata, pues esta cadena es la cadena significante— llega al Otro.
La perfecta identidad, simultaneidad, superposición exacta, entre la manifestación de la intención, que es la intención del ego, y el hecho de que el significante en [su esencia○3 es
admitido en el Otro, está en el principio de la posibilidad misma de la satisfacción de la palabra.
Si este momento que llamo el momento primordial ideal existe, debe de estar constituido por la simultaneidad, la coextensividad exacta del deseo mientras que se manifiesta y el significante entretanto que es su portador y lo soporta.
Si este momento existe, la continuación, es decir lo que viene tras el mensaje cuando éste pasa al Otro, se realiza a la vez en el Otro y en el sujeto, y corresponde a lo que es necesario para que haya satisfacción. Éste es precisamente el punto de partida necesario para que comprendan que eso nunca sucede.
O sea, por la naturaleza del efecto del significante, lo que llega aquí, a M, se presenta como significado, es decir, como algo hecho de la transformación, de la refracción [cambio de ángulo] debido a su paso por el significante.
El deseo cruza la línea significante, y en su entrecruzamiento con la línea significante, ¿con qué se encuentra? Se encuentra con el Otro.
Enseguida veremos, porque será preciso volver a este punto, qué es ese Otro en el esquema.
Se encuentra con el Otro, no les he dicho como una persona, se lo encuentra como tesoro del significante, como sede del código. Ahí es donde se produce la refracción [cambio de ángulo] del deseo por el significante. El deseo llega, pues, como significado distinto de lo que era al comienzo
[Eres tú mismo el traicionado porque tu deseo se acuesta con el significante. No sé cómo tendría que articular mejor las cosas para que entiendan]
Toda la significación del esquema es hacerles visualizar el concepto de que el paso del deseo —como emanación, incursión del ego radical— a través de la cadena del significante, introduce de por sí un cambio esencial en la dialéctica del deseo.
Está muy claro que, en lo que a la satisfacción del deseo se refiere, todo depende de lo que ocurre en este punto A, definido de entrada como lugar del código y que, ya de por sí, desde el origen, por el solo hecho de su estructura de significante, produce una modificación esencial en el deseo en su franqueamiento de significante.
Aquí está implicado todo el resto, porque no está solamente el código, también hay algo más. Me sitúo aquí en el nivel más radical, aunque, por supuesto, está la ley, están las prohibiciones, está el superyó, etcétera.
Pero para comprender cómo están edificados estos diversos niveles es preciso comprender que, ya en el nivel más radical, tan pronto le hablas a alguien hay un Otro, otro Otro en él como sujeto del código, y que nos encontramos ya sometidos a la dialéctica de encornudamiento1 del deseo. Así, todo depende, tal como se comprueba, de lo que ocurre en este punto de cruce, A, en este franqueamiento.
Se comprueba que toda satisfacción posible del deseo humano dependerá de la conformidad entre el sistema significante mientras articulado en la palabra del sujeto y, … el sistema del significante en cuanto basado en el código, es decir en el Otro como lugar y sede del código.
La cuestión del Nombre del Padre.
Aquí es donde vamos a abordar la articulación que quiero plantearles entre este esquema y lo que hace un momento les anuncié como esencial en relación con la cuestión del Nombre del Padre.
¿Qué nos aporta la técnica del chiste en la experiencia? Es lo que he tratado de hacerles percibir.
En el chiste consiste en que en el Otro ocurre algo que simboliza lo que podríamos llamar la condición necesaria para toda satisfacción. A saber, que se te escucha más allá de lo que dices. Así es, en ningún caso lo que dices puede verdaderamente hacer que se te oiga.
La agudeza se desarrolla propiamente en la dimensión de la metáfora, es decir más allá del significante mientras que con él tratas de significar algo y, a pesar de todo, siempre significas otra cosa.
Precisamente en lo que se presenta como un traspié del significante es donde hallas satisfacción, simplemente porque mediante esta señal el Otro reconoce aquella dimensión, más allá, en la cual se ha de significar lo que está en juego y tú no puedes significar. Esta dimensión es la que nos revelará la agudeza.
Este esquema se basa, pues, en la experiencia. Nos hemos visto en la necesidad de construirlo para explicar lo que ocurre en la agudeza.
Lo que en ella remedia, hasta el punto de proporcionarnos una especie de felicidad, el fracaso de la comunicación del deseo por la vía del significante, se realiza de la forma siguiente – el Otro admite un mensaje como impedido, fracasado, y en este mismo fracaso reconoce la dimensión más allá donde se sitúa el verdadero deseo, es decir, aquello que debido al significante no llega a ser significado.
Como ustedes ven, aquí la dimensión del Otro se amplía por poco que sea. Y, en efecto, ya no es sólo la sede del código, sino que interviene como sujeto, admitiendo un mensaje en el código y complicándolo.
O sea que ya está en el nivel de quien constituye la ley propiamente dicha, pues es capaz de añadir esta ocurrencia, este mensaje, como suplementario, es decir como algo que designa, por sí mismo, el más allá del mensaje.
Por esta razón este año, cuando se trataba de las formaciones del inconsciente, empecé hablándoles de la agudeza.
Por esa razón, cuando se trataba de las formaciones del inconsciente, empecé hablándoles de la agudeza.
Ahora tratemos de examinar detenidamente —y en una situación menos excepcional que la de la agudeza —este Otro, pues en su dimensión tratamos de descubrir la necesidad de aquel significante que funda el significante, como significante que instaura la legitimidad de la ley o del código. Volvamos, pues, a nuestra dialéctica del deseo.
El significante que funda el significante.
Por esta razón este año, cuando se trataba de las formaciones del inconsciente, empecé hablándoles de la agudeza. Ahora tratemos de examinar detenidamente – y en una situación menos excepcional que la de la agudeza – este Otro, pues en su dimensión tratamos de descubrir la necesidad de aquel significante que funda el significante, como significante que instaura la legitimidad de la ley o del código. Volvamos, pues, a nuestra dialéctica del deseo.
Cuando nos dirigimos al otro, no vamos a expresarnos constantemente por medio de la agudeza. Si pudiéramos hacerlo, en cierto modo seríamos más felices.
Tú la llamada al Otro.
En el terreno prosaico de lo que ocurre cuando [nos] dirigimos al otro, hay una palabra que nos permite darle un fundamento de la forma más elemental, … Es la palabra Tú.
Este Tú es completamente esencial en lo que he llamado en diversas ocasiones la palabra plena, la palabra fundadora en la historia del sujeto, el Tú eres mi maestro, o Tú eres mi mujer. Este Tú es el significante de la llamada al Otro.
En la cadena de mis seminarios sobre las psicosis, [yo, ya hice] uso de él [Tú], en la demostración a la que traté de dar vida ante ustedes de la distancia entre Tú eres quien me seguirás, con una s, y Tú eres quien me seguirá.
La invocación.
Hay en estas dos frases, con sus diferencias, una llamada. Más en una que en la otra, incluso totalmente en una y nada de ningún modo en la otra.
En el Tú eres quien me seguirás, hay algo que no está en el Tú eres quien me seguirá, y es lo que se llama invocación.
Si digo: Tú eres quien me seguirás, te invoco, te otorgo ser aquel que me seguía, suscito en ti el sí que dice: Soy tuyo, me consagro a ti, yo soy quien te seguirá.
Pero si digo: Tú eres quien me seguirá, no hago nada parecido, sino que anunció, constato, objetivo e incluso, a veces, rechazo. Puede significar: —Tú eres el que me seguirá siempre, y estoy hasta coronilla. En la forma más ordinaria y más consecuente en que esta frase es pronunciada, se trata de un rechazo.
—La invocación, por supuesto, exige una dimensión muy distinta, es decir, que yo haga depender mi deseo de tu ser, en el sentido de que te llamó a entrar en la vía de este deseo, cualquiera que pueda ser, de una forma incondicional.
Es el proceso de la invocación. Esta palabra significa que apelo a la voz, es decir, al soporte de la palabra. No a la palabra sino al sujeto mientras él la sostiene, y por eso aquí me encuentro en el nivel… personalista.
En el registro personalista, el Sr. Martin Buber, es un nombre prominente. [Su propuesta filosófica es conocida como filosofía del dialogo, filosofía del yo -tú o filosofía personalista.
Por supuesto, hay ahí un nivel fenomenológico esencial, y no podemos evitar pasar por él. Tampoco hay que ceder a sus espejismos, o sea, prosternarse. La actitud personalista – es el peligro que encontramos en este nivel – desemboca de bastante buena gana en la prosternación mística… No le negamos a nadie ninguna actitud, tan solo reclamamos el derecho a comprender tales actitudes, … el personalismo no nos lo niega, pero sí nos lo niega el cientifismo.
Lo inefable.
En otras palabras, en lo que al sujeto se refiere, aunque sea delirante o místico, no se debe hablar de inefable.
En el nivel de la estructura subjetiva estamos en presencia de algo que sólo puede presentarse como se presenta, y que se presenta, pues, en consecuencia, con su entero valor en su nivel de credibilidad.
Si hay algo inefable, ya sea en el delirante, ya sea en el místico, por definición no habla de ello, porque es inefable. Entonces, no hemos de juzgar lo que articula, a saber, sus palabras, a partir de aquello de lo que no puede hablar. Si bien se puede suponer que haya algo inefable, y de buen grado lo suponemos, nunca nos negamos a captar lo que se demuestra como estructura, en una palabra, sea cual sea, con el pretexto de que hay algo inefable. Como ahí podemos extraviarnos, entonces renunciamos.
Pero si no nos perdemos por ahí, el orden que esta palabra demuestra y revela se debe tomar tal como es.
En general nos percatamos de que es infinitamente más fecundo tomarla así y tratar de articular el orden que plantea, a condición de tener puntos de referencia adecuados, y en esto es en lo que aquí nos esforzamos. Si partiéramos de la idea de que la palabra está hecha esencialmente para representar el significado, enseguida nos extraviaríamos, porque sería volver a caer en las oposiciones de antes, o sea que el significado no lo conocemos.
La cuestión de tú (continuación)
El Tú en cuestión es aquel a quien invocamos.
Mediante la invocación, sin duda, la impenetrabilidad personal subjetiva resultará concernida, [tiene que ver, está interesada] pero no es en este nivel donde tratamos de alcanzarla.
¿Qué es lo que está en juego en toda invocación?
La palabra invocación tiene un sentido histórico. Es lo que se producía mediante cierta ceremonia que los antiguos, no más sensatos que nosotros en algunas cosas, practicaban antes del combate. Esta ceremonia consistía en hacer lo necesario —probablemente ellos lo sabían— para poner de su parte a los dioses de los otros.
Esto exactamente quiere decir la palabra invocación, y en esto reside la relación esencial a la que los conduzco ahora, en esta segunda etapa, la de la llamada, necesaria para que el deseo y la demanda sean satisfechos.
No basta simplemente con decirle al Otro tú, tú, tú y obtener una participación de lo que palpita. Se trata de darle la misma voz que nosotros deseamos que tenga, de evocar aquella voz, presente precisamente en la agudeza como su dimensión propia.
La agudeza es una provocación que no logra la gran proeza, que no alcanza el gran milagro de la invocación. Es en el nivel de la palabra, y mientras que se trata de que esa voz se articule conformemente a nuestro deseo, donde la invocación se sitúa.
La satisfacción depende del Otro.
Aquí volvemos a encontrarnos con que toda satisfacción de la demanda, como depende del Otro, quedará pendiente de lo que se produce aquí, en este vaivén giratorio del mensaje al código y del código al mensaje, que permite que mi mensaje sea autentificado por el Otro en el código. Volvemos al punto anterior, es decir, a lo que constituye la esencia del interés que entre todos le concedemos este año a la agudeza.
Si hubieran tenido este esquema, … en el momento del seminario sobre las psicosis, … hubieran podido representarse aquí encima lo que le ocurre esencialmente al Presidente Schreber cuando se ha convertido en la víctima, en el sujeto completamente dependiente de sus voces.
Observen atentamente el esquema que está detrás de mí y supongan simplemente que esté lo rechazado [verwoifen] todo lo que, de cualquier forma, pueda corresponder en el Otro a ese nivel que llamo el del Nombre del Padre, el cual encarna, especifica, particulariza, lo que acabo de explicarles, a saber, representar en el Otro al Otro mientras que le da su peso a la ley.
Pues bien, si suponen ustedes el rechazo [la Verweifung] del Nombre del Padre, a saber, que este significante está ausente, verán ustedes que los dos vínculos que he enmarcado aquí, a saber, la ida y vuelta del mensaje al código y del código al mensaje, resultan de esta manera destruidos e imposibles.
Esto les permite trasladar a este esquema los dos tipos fundamentales de fenómenos de voces que experimenta el Presidente Schreber en sustitución de este defecto, de esta falta.
Viraje que precipita al sujeto en la psicosis.
Precisaré que si este hueco o este vacío aparece es porque ha sido evocado al menos una vez el Nombre del Padre —porque lo que ha sido llamado en un momento dado en el nivel del Tú era precisamente el Nombre del Padre, mientras que es capaz de admitir el mensaje y, por este motivo, garante de que la ley se presente como autónoma. Éste es el punto del vuelco, del viraje, que precipita al sujeto en la psicosis, y dejo de lado por ahora cómo, en qué momento y por qué.
En Schreber, ¿cuál es el resultado de la exclusión de los vínculos entre el mensaje y el Otro?
El resultado se presenta en forma de dos grandes categorías de voces y de alucinaciones.
—Primero, está la emisión, en el Otro, de los significantes de lo que se presenta como la lengua fundamental. Son elementos originales del código, articulables unos con respecto a los otros, pues esta lengua fundamental está tan bien organizada que cubre literalmente el mundo con su red de significantes, sin que haya ninguna otra cosa segura y cierta salvo que se trata de la significación esencial, total. Cada una de estas palabras tiene su propio peso, su acento, su empuje de significante.
El sujeto las articula unas con respecto a otras. Cada vez que quedan aisladas, la dimensión propiamente enigmática de la significación, al ser infinitamente menos evidente que la certeza que incluye, resulta del todo asombrosa. En otros términos, el Otro sólo emite aquí, por así decirlo, más allá del código, sin ninguna posibilidad de integrar en él lo que pueda venir del lugar donde el sujeto articula el mensaje.
—Segundo, por otra parte, con sólo que restituyan ustedes aquí las flechitas, vienen mensajes. No quedan de ningún modo autentificados por el retomo desde el Otro, en cuanto soporte del código, hasta el mensaje, ni integrados en el código con una intención cualquiera, sino que vienen del Otro como cualquier otro mensaje, pues un mensaje sólo puede partir del Otro, porque está hecho de una lengua que es la del Otro —incluso cuando se origina en nosotros mismos imitando a otro. Estos mensajes partirán, pues, del Otro, y saldrán de este punto para articularse en declaraciones como —Y ahora quiero darle… En especial, quiero esto para mí… Y ahora, eso debe, sin embargo…
¿Qué es lo que falta?
El pensamiento principal se expresa en la lengua fundamental. Las propias voces, que conocen toda la teoría, dicen igualmente —Nos falta reflexión.
Esto significa que del Otro parten, en efecto, mensajes de la otra categoría de mensajes. Es un tipo de mensajes que no es posible admitir como tales.
El mensaje se manifiesta aquí en la dimensión pura y quebrada del significante, como algo que sólo más allá de sí mismo tiene su significación, algo que, por el hecho de no poder participar en la autentificación mediante el Tú, se manifiesta como si su único objeto fuese presentar como ausente la posición del Tú donde la significación se autentifica.
Por supuesto, el sujeto se esfuerza por completar esta significación, aporta por lo tanto los complementos de sus frases —Ahora no quiero, dicen las voces, pero en otra parte se dice que él, Schreber, no puede confesar que es una… El mensaje queda interrumpido aquí porque no puede pasar por la vía del Tú, sólo puede llegar al punto gamma como mensaje interrumpido.
La dimensión del Otro
Creo haberles indicado suficientemente que la dimensión del Otro, al ser el lugar del depósito, el tesoro del significante, supone, para que pueda ejercer plenamente su función de Otro, que también tenga el significante del Otro en cuanto Otro.
El Otro tiene, él también, más allá de él, a este Otro capaz de dar fundamento a la ley. Es una dimensión que, por supuesto, pertenece igualmente al orden del significante y se encarna en personas que soportarán esta autoridad. Que, dado el caso, esas personas falten, que haya por ejemplo carencia paterna en el sentido de que el padre es demasiado tonto, eso no es lo esencial. Lo esencial es que el sujeto, por el procedimiento que sea, haya adquirido la dimensión del Nombre del Padre.
Por supuesto, lo que ocurre efectivamente, y pueden advertirlo en las biografías, es que a menudo el padre lava los platos en la cocina con el delantal de su mujer. Con eso no es suficiente para determinar una esquizofrenia.
Introducción de la distinción entre El Nombre del Padre y el padrea real.
Ahora voy a poner en la pizarra el pequeño esquema con el cual voy a introducir lo que les diré la próxima vez, y que nos permitirá establecer lo delicado de la distinción, … entre el Nombre del Padre y el padre real.
Voy a introducir, pues, lo que será el objeto de mi lección del próximo día, lo que desde hoy titulo la metáfora paterna.
En el acto, el famoso acto de la palabra, … donde se realizará concretamente, psicológicamente, la invocación de la que hablaba hace un instante es en la dimensión que llamamos metafórica.
En otros términos, el Nombre del Padre hay que tenerlo, pero también hay que saber servirse de él. De esto pueden depender mucho el destino y resultado de todo este asunto.
Hay palabras reales que se producen alrededor del sujeto, especialmente en su infancia, pero la esencia de la metáfora paterna, que hoy les anuncio y que comentaremos más extensamente la próxima vez, consiste en el triángulo siguiente —Tenemos, por otra parte, este esquema
Todo lo que se realiza en S, sujeto, depende de los significantes que se colocan en A.
A, si es verdaderamente el lugar del significante, ha de ser él mismo portador de algún reflejo de aquel significante esencial que les represento aquí en este zigzag, que en otro lugar llamo, en mi artículo sobre «La carta robada», el esquema L
Tres de estos cuatro puntos cardinales vienen dados por los tres términos subjetivos del complejo de Edipo, en cuanto significantes, que encontramos en cada vértice del triángulo. Volveré a hablar de ello la próxima vez, pero de momento les ruego que admitan lo que les digo, como para abrirles el apetito.
El cuarto término es S. Éste es, así es … inefablemente estúpido, porque no posee su significante. Está fuera de los tres vértices del triangulo edípico, y depende de lo que ocurra en ese juego.
Desde este punto inconstituido donde se encuentra, va a tener que participar … con sus imágenes, su estructura imaginaria y todo lo que de ello se deriva. Por eso el cuarto término, S, se representará en algo imaginario que se opone al significante del Edipo y que ha de ser también, para que case, ternario.
Con respecto a lo que nos interesa, o sea, la dialéctica intersubjetiva, hay tres imágenes seleccionadas…. [Articulado a esto] hay algo en cierto modo completamente dispuesto, … homologo a la base del triangulo madre-padre-niño, es la relación del cuerpo despedazado, y al mismo tiempo envuelto en buen número de esas imágenes de las que hablábamos, con la función unificante de la imagen total del cuerpo.
Dicho de otra manera, la relación del yo con la imagen especular nos da ya la base del triángulo imaginario, indicado aquí en línea de puntos.